EL ORO NO SE PUEDE COMER
- LIC MARISEL OGGERO MP2371
- 9 dic 2015
- 3 Min. de lectura
Parece mentira que en pleno siglo XXI, el siglo de las aparentes libertades conquistadas aun busquemos algún gurú o moda que rectifique o santifique una manera correcta de comer.
Parece mentira pero la verdad es que hasta hace unos años nos diferenciábamos por clases sociales con la obtención de bienes o servicios, y hoy nuestra aspiración de clase pasa por como y que proyectamos en la pantalla corporal: una manera de hablar, de ver, de vestir o simplemente un peso o una forma. Necesitamos diferenciarnos, necesitamos personalización. No toleramos la masificación.
Construimos parte de nuestra identidad a través de la comida: nuestras compras, las maneras de preparar, las salidas afuera, lo que pedimos y lo que recibimos de otro. Cada vez más veganos o fitness, cada vez más libros de anti dietas, más nutrición revolucionaria, más filosofía anti alimentos artificiales, más fotos digitales de profesionales o no profesionales de su intimidad alimenticia en su mesa. Sabiendo o no cada uno expresa su propia verdad y su propia filosofía en un kiwi, semilla, un bife, un licuado o una hamburguesa. Verde, roja o del color que sea la comida habla en la social media de una nueva manera de comunicación. Figuras y espejismos, relatos de poder, frases de venta. Tenemos la obligación de hacer autopsia a lo discursivo. El acto alimentario, tal como el acto sexual, han dejado de pertenecer al ámbito de lo privado. Comer ya no es una "intimidad".
Y en medio de tanta predica, el protestantismo alimentario logra que algunos individuos se diferencien del resto y algunos quedan excluidos. Unos producen y otros consumen lo que consumen otros: copias. Nada nuevo bajo el sol.
Y acá estamos los reyes de la bioquímica alimentaria, los licenciados en nutrición recibiendo oferta de empresas extranjeras, con una muestra de saliva podríamos decirte por un importante cantidad de dólares que nutriente aumentar. Pero claro, yo hice el juramento hipocrático y no me olvido. Sería desleal, para mi misma venderme a un sistema y venderte un sistema que se recrea y sobrefactura día a día. Comemos más que el plato y más que desde la boca. Que interesante será conocer la composición química de nuestra inspiración, la tierra y el agua que nos rodea. Ojalá nuestra modalidad de producción no modifique la fecha de caducidad de nuestra calidad de vida.
Yo soy del grupo que se capacita constantemente. Sigo a filósofos de la alimentación evolutiva, a farmacéuticos deportivos de empresas de suplementos alimentarios y a profesores investigadores de universidades extranjeras eso para SABER. Pero creo en el fundamento vibracional de la vida, en que las impresiones del ambiente, lo que entra por tus sentidos y tus patrones espirituales modifican las propiedades de cualquier cosa que ingieras, que el aire y las palabras modifican las moléculas y que SOMOS TAN CONSUMIDORES DE CALORÍAS COMO DE INFORMACIÓN.
Y como no quiero pensar por vos, ni por nadie y creo en la libertad, una fábula. Midas rey de Macedonia, amante del buen gusto, el primer hombre en plantar un jardín de rosas. Dionisio le dijo: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé!. Midas, eligió tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase. Al principio resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error convirtió a su propia hija en estatua de oro. Y más tarde cuando tenía hambre y su comida se convertía en oro o cuando tenía sed y el vino se convertía en oro. Llorando le pidió ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo, no puedo ni beber ni comer y estoy muriendo de hambre y de sed ¡Ayúdame! Dionisio se rió a carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque mágico a un río de Frigia llamado Pactolus de arenas doradas y le devolvió la vida a su hija
Ojalá estemos a tiempo: no somos tan únicos, ni necesitamos ser tan diferentes. Si el otro no es otro yo, ninguna nutrición transformará en oro nuestros tejidos, porque la única alquimia posible es a través de todo lo que ingresa no solo los alimentos. Que nuestra ambición de superproducción no termine por destruir la tierra que es nuestra madre. Porque al fin y al cabo de ella estamos hechos y a ella volveremos.
LIC MARISEL OGGERO MP 2371 UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA / LEVALLE.CBA.ARG NOTIDIARIO 12/2015

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